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lunes, 17 de diciembre de 2012
Marc Márquez ha empezado sus vacaciones de invierno. No serán gran
cosa, pues tiene que maltratarse en el gimnasio, en la bici de montaña y
en el circuito de cross -"sin saltos, sin saltos, que son peligrosos"-,
para ganar algo de peso, de fuerza muscular y agilidad para manejar la
Honda de MotoGP, que volverá a coger, a principios de febrero, como no,
en el trazado de Sepang, aquel maldito lugar donde, el pasado año,
perdió todas las posibilidades de ganar el título de Moto2. Una corona
que este año no se le ha resistido.
Antes de regresar a Cervera, Márquez se pasó por las instalaciones que Honda Racing Corporation (HRC) tiene en las afueras de Tokio y quedó realmente "alucinado" de la cantidad de ingenieros, técnicos, mecánicos y especialistas que hay trabajando para mejorar, día a día, su RC213V. "No había uno, ni diez, había cientos en todos y cada uno de los departamentos".
Sabe que ha llegado a la fábrica más importante del mundo. Sabe que no le van a presionar, aunque su jefe, Shuhei Nakamoto, ya ha dicho que le gustaría verlo subido en el primer podio de la temporada, en Qatar. Pero sabe que ese es el objetivo de su compañero de box, Dani Pedrosa, no el suyo.
Antes de iniciar su más que merecido descanso invernal, el piloto de Cervera nos ha concedido la siguiente entrevista.
-¿Cuáles son las cosas de las que se siente más orgulloso este año 2012 que ya concluye?
Primero, haber hecho feliz a mi gente, a mi familia, a mi equipo, a Emilio Alzamora, mi manager, y a mis seguidores. Después, haber sabido encontrar la gente ideal para conseguir nuestro objetivo y, por supuesto, haberlo logrado en un ambiente ideal, fantástico, casi casi familiar. Tercero, haber sabido gestionar todo el problema de la lesión del ojo en invierno y haberme recuperado bien de esa molestia. También haber sabido gestionar con profesionalidad, sensatez y eficacia cada uno de los fines de semana, cada una de las carreras y, al final, la ventaja que teníamos en puntos. Y, finalmente, haber podido cumplir el sueño de cualquier niño que empieza a correr, llegar a un equipo fuerte en la categoría de MotoGP.
-¿Por qué habla tanto de su equipo?
Porque, contrariamente a lo que mucha gente cree, este es un deporte de equipo, no es un deporte individual, personal. Sí, ya sé que siempre se suele decir que los pilotos nos enfrentamos solos a la carrera cuando se apaga el semáforo de salida, pero yo soy de los que piensan que un piloto nunca gana si no tiene una buena moto y la única manera de tener una buena moto es haber hecho un trabajo perfecto, o casi, a lo largo del viernes y sábado. Y eso, amigo, solo depende de tu equipo. En los deportes donde interviene una moto o un coche, si no tienes una buena moto o un coche bueno, no ganas. Ahí está Valentino Rossi, que se ha pasado dos años en Ducati sin ganar. Y es bueno ¿verdad?, muy bueno, sí.
¿Y qué tiene ese equipo para ser tan bueno?
Lo tiene todo. Un equipo que logra lo que ha logrado este, tiene algo más que un buen piloto. Tiene corazón y ganas. Bueno, tiene, fundamentalmente, pasión por las carreras. Al principio, cuando Emilio (Alzamora) y yo hablábamos del equipo que haríamos y, luego, en cuanto llego Santi Hernández, mi jefe técnico, buscábamos mejores personas que profesionales. Bueno, claro, queríamos los mejores pero, en la selección, primó, sobre todo, que sintiesen pasión por las carreras. Yo no quería mercenarios, gente que viniese a las carreras a hacer sus ocho horitas, trabajar bien y pulcro y se fueran a casa.
-De ahí que, al final, esto pareciese una prolongación de su familia.
No lo pareciese, no, lo era. Hombre, todo el mundo tenía clarísimo cual era su papel aquí y que había un jefe, pero tanto Emilio como Santi como, por supuesto, yo mismo, siempre hemos pensado que se trabaja muchísimo mejor de buen humor, de buen rollo, con una sonrisa en la boca que a cara de perro. Bueno, es más, a cara de perro no sé cómo se trabaja. Por eso, si habla con todos ellos, todos le dirán lo mismo que yo, que estábamos deseando que llegase el miércoles para salir de casa, coger un avión y reencontrarnos en el circuito que fuese para contarnos nuestras vidas y disfrutar de nuestro trabajo, de las carreras y de la compañía que nos ofrecíamos unos a otros.
-Y eso parece haber sido uno de los secretos de la conquista del título.
Por supuesto, el secreto fundamental. Porque esa relación ya fue vital el primer año cuando, por auténtica mala suerte y la lesión en mi ojo derecho, no pudimos conseguir nuestro objetivo. Y lo fue este invierno cuando nos veíamos cada semana, nos divertíamos mucho y, aunque no pudiésemos entrenarnos, acabábamos la jornada con una fantástica barbacoa. Por eso, cuando iniciamos el Mundial en Qatar, con solo tres entrenamientos, muchííííísimos menos que los demás, estábamos confiados de que todo iría bien. Es más, pensando que el premio ya era estar allí, mira, ganamos la primera carrera del año. Y se la ganamos a Thomas Luthi, que había sido el más rápido de todos en la pretemporada.
-Esa unión duraría hasta el regreso en avión, de lujo, desde Phillip Island a España ¿verdad?
Bueno, eso fue bastante curioso y, desde luego, una celebración muy, muy, muy especial. Resulta que tras ganar el título en ese precioso circuito australiano, yo apenas pude ver a los míos a lo largo de aquella tarde, pues no paraba de tener entrevistas, televisiones y demás. Total que después de la cena y una fiesta improvisada en una especie de zulo, no era ni pub ni discoteca ni nada, les dije a los míos que les pagaba la diferencia entre la clase turista y la business para poder celebrar juntos, durante 14 horas, el título en el reservado de un inmenso Airbus de Emirates. Solo espero que esas fotos nunca vean la luz. Fue fantástico, sí, y una digna celebración de un equipo tan tremendo.
-Bueno, en realidad, solo hay que fijarse y entrar en Youtube, para ver cómo les homenajea usted a todos en la presentación, fabulosa y divertidísima, que hizo en la fiesta de Cervera.
Aquella de "seguimos, seguimos, seguimos", uuuufff, sí, tremenda. Al final dije aquello de "espero que os haya gustado porque no volverá a ocurrir más" porque, realmente, hasta yo mismo me sorprendí de cómo me lance al ruedo. Pero, ciertamente, lo importante de aquella presentación es que el equipo se la merecía y, más importante aún, que no dije ni una sola mentira. Me duele en el alma no habérmelos podido llevar a todos a Honda, pero los que se han quedado en Moto3, en el equipo de Alex, mi hermano, y Rins, han sabido comprender que allí no cabíamos todos, pese a que tanto Emilio como yo lo intentamos hasta el último día.
-Hablando del último día, Pol Espargaró ha sido un gran rival ¿no?
Tremendo, el rival más duro de mi carrera. Pol ha estado tremendo durante todo el año, en algunas carreras inalcanzable, como en Phillip Island, por ejemplo, y a menudo comentaba con los míos que se merecía el título tanto como nosotros. Un digno rival, fuertísimo y, sin duda, el principal candidato a ganar el título el año que viene aunque ya se sabe que las cosas pueden cambiar mucho de un año para otro.
-Si le pidiese ahora, cuales fueron sus cinco mejores carreras o de cuales tienen mejor recuerdo, me ayudaría.
Le ayudaría, sí, aunque la verdad es que, al final del año, el mejor recuerdo es haber cumplido tus objetivos, como le he comentado en mi primera respuesta y, sobre todo, haber conquistado el título de la manera y con el estilo que queríamos, preparando concienzudamente cada fin de semana y meditando muy bien lo que hacíamos en carrera.
-Insisto, primer gran recuerdo.
Digamos que Motegi, Japón, sí. Tremendo: se apaga el semáforo y me quedo clavado en la parrilla. Bobo de mi creía haber engranado la primera velocidad y no estaba, no. Y se produce el milagro que, insisto, no fue ganar, no, que va, sino tener la suerte de que ninguno de los 28 pilotos que me pasan a 200 me roza, me toca, me tira, me hiere, me lesiona para el resto del año o de la vida, quién sabe. Al llegar a la primera curva no tenía ni idea de donde estaba. Es más, solo al entrar en la cuarta curva y haber pasado ya a algunos, tropezarme con Elena Rosell y Eric Granado, pensé: 'Marc, estas metido en un buen lio, estas en la mismísima cola del pelotón, te ha pasado todo dios'. Y el otro punto que me sorprendió de aquel gran premio, insisto, más que ganar, fue mi capacidad para no perder la calma y tomármelo con paciencia sobre todo en las cinco primeras vueltas.
-Segunda felicidad.
Como no, Cheste, Valencia. Por varios motivos, o solo por uno y, como ocurre con Japón, tampoco porque ganásemos saliendo los últimos, no. Primero porque, desde que había empezado el Mundial, le había pedido a Santi (Hernández) que me ilusionaba intentar ganar el título una o dos carreras antes del final del campeonato, antes de Valencia, para poder disfrutar de una carrera sin presión, sin la necesidad o de jugarme el título o de hacer tal o cual resultado. Y, al ganar el cetro en Australia, pude cumplir mi sueño en Valencia. Y, mira por donde, encima me pican sancionándome (no vamos a hablar de eso ¿verdad?, no, mejor que no) y me provoca cierto cosquilleo decir 'vale, pues ahora sí voy a salir a por todas'. Y la verdad es que al inicio no me veía con coraje y corazón de intentarlo, pero me salieron tan bien las primeras cinco vueltas que pensé 'venga, prueba a ver hasta donde llegas'. Y llegué, si, hasta la bandera a cuadros. Y, cuando me abrazo a los míos en el corralito, va Santi y me dice '¿qué, chaval, una carrera libre, sin presión, ¿verdad', ¡vaya tela, niño". Felicidad completa, sí.
-Tercer gran día, tercer gran premio.
Pues pongamos que Estoril, Portugal. Primer gran duelo, tremendo, insisto, con Pol (Espargaró). Tal vez el primer fin de semana, después de dos carreras, que me empecé a encontrar cómodo sobre la mota. Aquel día empezó la gran rivalidad con Pol. Y es que si analizamos la temporada, han sido esos duelos, esas últimas vueltas, mano a mano, carenado contra carenado, a veces, pero siempre noblemente, las que terminaron por decidir el Mundial. Llegamos a tocarnos, sí. Pol me había pasado como un avión en la tercera curva del trazado portugués, pero, al llegar a la siguiente, se abrió mucho, se fue largo, y yo me metí por dentro y le pasé y, en la curva cinco, normal, nos estábamos jugando la victoria, él entró muy agresivo, nos tocamos, me dejó marcada su rueda delantera en el muslo de mi mono de cuero y, al final, pude ganarle. Precioso.
-Venga, anímese, su cuarto gran premio preferido.
Pues digamos, como no, que Australia, Phillip Island, aunque no ganamos, pues Pol estuvo allí intratable, ni siquiera queriendo logró atraparle, conquistamos nuestro objetivo, que no era otro que el título, sobre todo tras la caía, en agua, en Sepang, donde ya creíamos que lo teníamos bien amarrado en las manos. Recuerdo que la frase más escuchada en nuestro 'box' durante todo aquel fin de semana fue "cerrar, cerrar, cerrar", cerrar el campeonato. Y eso que no pudimos empezar peor aquel fin de semana pues, fruto de la caída de Malasia, la moto no funcionó durante todo el viernes porque se había desconectado una conexión interna, que nos costó muchísimo encontrar y reparar. Insisto, al cruzar la meta aquel día, casi no sentí nada. Luego, sí, luego me encontré a mi hermano que me dio la bandera española y me puso el 1 en la cúpula de mi moto y ya empecé a hacerme a la idea. Pero solo cuando ví a mi equipo y familia dando saltos de alegría en el corralito, fui consciente de que había conseguido nuestro objetivo.
-Y, por último, mi quinto, perdón, el suyo, deseo.
Pues, digamos que Misano. Misano, por cierto, ahí nos metieron una clavada, un timo, de narices. Impresentable. Resulta que cogimos un taxi grande, una especie de furgoneta Fiat y el tipo, ¡qué cara!, tenía estropeado el turbo y, cada vez que había una cuesta, nos hacía bajar a todos y empujar. Cuando llegamos al destino, el pájaro nos pide 90 euros. ¡90 euros!, le dijimos, ¡estás loco o que, si hemos tenido que empujarte! Y, de pronto, sale un amigo suyo, que no sé de donde salió, en plan 'primo de zumosol' y, sí, sí, le pagamos los 90 euros y nos piramos. Bueno, pues eso, Misano. Otro gran duelo con Pol y espectáculo grande en la última vuelta. Por eso me acuerdo, porque fue uno de esos días en los que hubo que pelearse fuerte para ganar.
-Y ahora ¿qué?
Ahora, como se dice, paciencia y buenos alimentos. Prepararse bien, no perder el contacto con el equipo, con la fábrica, entrenarse duro, muy duro, y estar a punto para los siguientes entrenamientos de Sepang. Y, sobre todo, tener suerte de no caerse. Es muy importante ir cogiéndole el hilo a la categoría y, no solo eso, no, sino también a la moto. La moto es impresionante y no por su potencia, sino por la enorme variedad de cambios que puedes hacer en todos sus elementos, desde el motor, la electrónica, las suspensiones, los neumáticos. Entra fácil en curva, es muy manejable, frene una barbaridad, acelera que no veas y va a ser difícil mantener la rueda delantera pegadita al asfalto, pero habrá que intentarlo. Bueno, pues eso, ilusionados. Pero sin prisas. No quiero prisas. Las prisas han de ser para otros, no para mí que acabo de llegar y tengo permiso del jefe de ir paso a paso, poco a poco, adquiriendo experiencia.
fuente: motocuatro
Antes de regresar a Cervera, Márquez se pasó por las instalaciones que Honda Racing Corporation (HRC) tiene en las afueras de Tokio y quedó realmente "alucinado" de la cantidad de ingenieros, técnicos, mecánicos y especialistas que hay trabajando para mejorar, día a día, su RC213V. "No había uno, ni diez, había cientos en todos y cada uno de los departamentos".
Sabe que ha llegado a la fábrica más importante del mundo. Sabe que no le van a presionar, aunque su jefe, Shuhei Nakamoto, ya ha dicho que le gustaría verlo subido en el primer podio de la temporada, en Qatar. Pero sabe que ese es el objetivo de su compañero de box, Dani Pedrosa, no el suyo.
Antes de iniciar su más que merecido descanso invernal, el piloto de Cervera nos ha concedido la siguiente entrevista.
-¿Cuáles son las cosas de las que se siente más orgulloso este año 2012 que ya concluye?
Primero, haber hecho feliz a mi gente, a mi familia, a mi equipo, a Emilio Alzamora, mi manager, y a mis seguidores. Después, haber sabido encontrar la gente ideal para conseguir nuestro objetivo y, por supuesto, haberlo logrado en un ambiente ideal, fantástico, casi casi familiar. Tercero, haber sabido gestionar todo el problema de la lesión del ojo en invierno y haberme recuperado bien de esa molestia. También haber sabido gestionar con profesionalidad, sensatez y eficacia cada uno de los fines de semana, cada una de las carreras y, al final, la ventaja que teníamos en puntos. Y, finalmente, haber podido cumplir el sueño de cualquier niño que empieza a correr, llegar a un equipo fuerte en la categoría de MotoGP.
-¿Por qué habla tanto de su equipo?
Porque, contrariamente a lo que mucha gente cree, este es un deporte de equipo, no es un deporte individual, personal. Sí, ya sé que siempre se suele decir que los pilotos nos enfrentamos solos a la carrera cuando se apaga el semáforo de salida, pero yo soy de los que piensan que un piloto nunca gana si no tiene una buena moto y la única manera de tener una buena moto es haber hecho un trabajo perfecto, o casi, a lo largo del viernes y sábado. Y eso, amigo, solo depende de tu equipo. En los deportes donde interviene una moto o un coche, si no tienes una buena moto o un coche bueno, no ganas. Ahí está Valentino Rossi, que se ha pasado dos años en Ducati sin ganar. Y es bueno ¿verdad?, muy bueno, sí.
¿Y qué tiene ese equipo para ser tan bueno?
Lo tiene todo. Un equipo que logra lo que ha logrado este, tiene algo más que un buen piloto. Tiene corazón y ganas. Bueno, tiene, fundamentalmente, pasión por las carreras. Al principio, cuando Emilio (Alzamora) y yo hablábamos del equipo que haríamos y, luego, en cuanto llego Santi Hernández, mi jefe técnico, buscábamos mejores personas que profesionales. Bueno, claro, queríamos los mejores pero, en la selección, primó, sobre todo, que sintiesen pasión por las carreras. Yo no quería mercenarios, gente que viniese a las carreras a hacer sus ocho horitas, trabajar bien y pulcro y se fueran a casa.
-De ahí que, al final, esto pareciese una prolongación de su familia.
No lo pareciese, no, lo era. Hombre, todo el mundo tenía clarísimo cual era su papel aquí y que había un jefe, pero tanto Emilio como Santi como, por supuesto, yo mismo, siempre hemos pensado que se trabaja muchísimo mejor de buen humor, de buen rollo, con una sonrisa en la boca que a cara de perro. Bueno, es más, a cara de perro no sé cómo se trabaja. Por eso, si habla con todos ellos, todos le dirán lo mismo que yo, que estábamos deseando que llegase el miércoles para salir de casa, coger un avión y reencontrarnos en el circuito que fuese para contarnos nuestras vidas y disfrutar de nuestro trabajo, de las carreras y de la compañía que nos ofrecíamos unos a otros.
-Y eso parece haber sido uno de los secretos de la conquista del título.
Por supuesto, el secreto fundamental. Porque esa relación ya fue vital el primer año cuando, por auténtica mala suerte y la lesión en mi ojo derecho, no pudimos conseguir nuestro objetivo. Y lo fue este invierno cuando nos veíamos cada semana, nos divertíamos mucho y, aunque no pudiésemos entrenarnos, acabábamos la jornada con una fantástica barbacoa. Por eso, cuando iniciamos el Mundial en Qatar, con solo tres entrenamientos, muchííííísimos menos que los demás, estábamos confiados de que todo iría bien. Es más, pensando que el premio ya era estar allí, mira, ganamos la primera carrera del año. Y se la ganamos a Thomas Luthi, que había sido el más rápido de todos en la pretemporada.
-Esa unión duraría hasta el regreso en avión, de lujo, desde Phillip Island a España ¿verdad?
Bueno, eso fue bastante curioso y, desde luego, una celebración muy, muy, muy especial. Resulta que tras ganar el título en ese precioso circuito australiano, yo apenas pude ver a los míos a lo largo de aquella tarde, pues no paraba de tener entrevistas, televisiones y demás. Total que después de la cena y una fiesta improvisada en una especie de zulo, no era ni pub ni discoteca ni nada, les dije a los míos que les pagaba la diferencia entre la clase turista y la business para poder celebrar juntos, durante 14 horas, el título en el reservado de un inmenso Airbus de Emirates. Solo espero que esas fotos nunca vean la luz. Fue fantástico, sí, y una digna celebración de un equipo tan tremendo.
-Bueno, en realidad, solo hay que fijarse y entrar en Youtube, para ver cómo les homenajea usted a todos en la presentación, fabulosa y divertidísima, que hizo en la fiesta de Cervera.
Aquella de "seguimos, seguimos, seguimos", uuuufff, sí, tremenda. Al final dije aquello de "espero que os haya gustado porque no volverá a ocurrir más" porque, realmente, hasta yo mismo me sorprendí de cómo me lance al ruedo. Pero, ciertamente, lo importante de aquella presentación es que el equipo se la merecía y, más importante aún, que no dije ni una sola mentira. Me duele en el alma no habérmelos podido llevar a todos a Honda, pero los que se han quedado en Moto3, en el equipo de Alex, mi hermano, y Rins, han sabido comprender que allí no cabíamos todos, pese a que tanto Emilio como yo lo intentamos hasta el último día.
-Hablando del último día, Pol Espargaró ha sido un gran rival ¿no?
Tremendo, el rival más duro de mi carrera. Pol ha estado tremendo durante todo el año, en algunas carreras inalcanzable, como en Phillip Island, por ejemplo, y a menudo comentaba con los míos que se merecía el título tanto como nosotros. Un digno rival, fuertísimo y, sin duda, el principal candidato a ganar el título el año que viene aunque ya se sabe que las cosas pueden cambiar mucho de un año para otro.
-Si le pidiese ahora, cuales fueron sus cinco mejores carreras o de cuales tienen mejor recuerdo, me ayudaría.
Le ayudaría, sí, aunque la verdad es que, al final del año, el mejor recuerdo es haber cumplido tus objetivos, como le he comentado en mi primera respuesta y, sobre todo, haber conquistado el título de la manera y con el estilo que queríamos, preparando concienzudamente cada fin de semana y meditando muy bien lo que hacíamos en carrera.
-Insisto, primer gran recuerdo.
Digamos que Motegi, Japón, sí. Tremendo: se apaga el semáforo y me quedo clavado en la parrilla. Bobo de mi creía haber engranado la primera velocidad y no estaba, no. Y se produce el milagro que, insisto, no fue ganar, no, que va, sino tener la suerte de que ninguno de los 28 pilotos que me pasan a 200 me roza, me toca, me tira, me hiere, me lesiona para el resto del año o de la vida, quién sabe. Al llegar a la primera curva no tenía ni idea de donde estaba. Es más, solo al entrar en la cuarta curva y haber pasado ya a algunos, tropezarme con Elena Rosell y Eric Granado, pensé: 'Marc, estas metido en un buen lio, estas en la mismísima cola del pelotón, te ha pasado todo dios'. Y el otro punto que me sorprendió de aquel gran premio, insisto, más que ganar, fue mi capacidad para no perder la calma y tomármelo con paciencia sobre todo en las cinco primeras vueltas.
-Segunda felicidad.
Como no, Cheste, Valencia. Por varios motivos, o solo por uno y, como ocurre con Japón, tampoco porque ganásemos saliendo los últimos, no. Primero porque, desde que había empezado el Mundial, le había pedido a Santi (Hernández) que me ilusionaba intentar ganar el título una o dos carreras antes del final del campeonato, antes de Valencia, para poder disfrutar de una carrera sin presión, sin la necesidad o de jugarme el título o de hacer tal o cual resultado. Y, al ganar el cetro en Australia, pude cumplir mi sueño en Valencia. Y, mira por donde, encima me pican sancionándome (no vamos a hablar de eso ¿verdad?, no, mejor que no) y me provoca cierto cosquilleo decir 'vale, pues ahora sí voy a salir a por todas'. Y la verdad es que al inicio no me veía con coraje y corazón de intentarlo, pero me salieron tan bien las primeras cinco vueltas que pensé 'venga, prueba a ver hasta donde llegas'. Y llegué, si, hasta la bandera a cuadros. Y, cuando me abrazo a los míos en el corralito, va Santi y me dice '¿qué, chaval, una carrera libre, sin presión, ¿verdad', ¡vaya tela, niño". Felicidad completa, sí.
-Tercer gran día, tercer gran premio.
Pues pongamos que Estoril, Portugal. Primer gran duelo, tremendo, insisto, con Pol (Espargaró). Tal vez el primer fin de semana, después de dos carreras, que me empecé a encontrar cómodo sobre la mota. Aquel día empezó la gran rivalidad con Pol. Y es que si analizamos la temporada, han sido esos duelos, esas últimas vueltas, mano a mano, carenado contra carenado, a veces, pero siempre noblemente, las que terminaron por decidir el Mundial. Llegamos a tocarnos, sí. Pol me había pasado como un avión en la tercera curva del trazado portugués, pero, al llegar a la siguiente, se abrió mucho, se fue largo, y yo me metí por dentro y le pasé y, en la curva cinco, normal, nos estábamos jugando la victoria, él entró muy agresivo, nos tocamos, me dejó marcada su rueda delantera en el muslo de mi mono de cuero y, al final, pude ganarle. Precioso.
-Venga, anímese, su cuarto gran premio preferido.
Pues digamos, como no, que Australia, Phillip Island, aunque no ganamos, pues Pol estuvo allí intratable, ni siquiera queriendo logró atraparle, conquistamos nuestro objetivo, que no era otro que el título, sobre todo tras la caía, en agua, en Sepang, donde ya creíamos que lo teníamos bien amarrado en las manos. Recuerdo que la frase más escuchada en nuestro 'box' durante todo aquel fin de semana fue "cerrar, cerrar, cerrar", cerrar el campeonato. Y eso que no pudimos empezar peor aquel fin de semana pues, fruto de la caída de Malasia, la moto no funcionó durante todo el viernes porque se había desconectado una conexión interna, que nos costó muchísimo encontrar y reparar. Insisto, al cruzar la meta aquel día, casi no sentí nada. Luego, sí, luego me encontré a mi hermano que me dio la bandera española y me puso el 1 en la cúpula de mi moto y ya empecé a hacerme a la idea. Pero solo cuando ví a mi equipo y familia dando saltos de alegría en el corralito, fui consciente de que había conseguido nuestro objetivo.
-Y, por último, mi quinto, perdón, el suyo, deseo.
Pues, digamos que Misano. Misano, por cierto, ahí nos metieron una clavada, un timo, de narices. Impresentable. Resulta que cogimos un taxi grande, una especie de furgoneta Fiat y el tipo, ¡qué cara!, tenía estropeado el turbo y, cada vez que había una cuesta, nos hacía bajar a todos y empujar. Cuando llegamos al destino, el pájaro nos pide 90 euros. ¡90 euros!, le dijimos, ¡estás loco o que, si hemos tenido que empujarte! Y, de pronto, sale un amigo suyo, que no sé de donde salió, en plan 'primo de zumosol' y, sí, sí, le pagamos los 90 euros y nos piramos. Bueno, pues eso, Misano. Otro gran duelo con Pol y espectáculo grande en la última vuelta. Por eso me acuerdo, porque fue uno de esos días en los que hubo que pelearse fuerte para ganar.
-Y ahora ¿qué?
Ahora, como se dice, paciencia y buenos alimentos. Prepararse bien, no perder el contacto con el equipo, con la fábrica, entrenarse duro, muy duro, y estar a punto para los siguientes entrenamientos de Sepang. Y, sobre todo, tener suerte de no caerse. Es muy importante ir cogiéndole el hilo a la categoría y, no solo eso, no, sino también a la moto. La moto es impresionante y no por su potencia, sino por la enorme variedad de cambios que puedes hacer en todos sus elementos, desde el motor, la electrónica, las suspensiones, los neumáticos. Entra fácil en curva, es muy manejable, frene una barbaridad, acelera que no veas y va a ser difícil mantener la rueda delantera pegadita al asfalto, pero habrá que intentarlo. Bueno, pues eso, ilusionados. Pero sin prisas. No quiero prisas. Las prisas han de ser para otros, no para mí que acabo de llegar y tengo permiso del jefe de ir paso a paso, poco a poco, adquiriendo experiencia.
fuente: motocuatro
Etiquetas:Honda,Marc Márquez,MotoGP
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